Raquel Martos

Ediciones B

488 páginas (448 de novela, más 40 de contenido extra)

“(…) la vida es tozuda y casi siempre consigue envolvernos en esa misteriosa inercia que nos empuja a continuar cuando parece imposible que podamos hacerlo.”, Raquel Marlos, Los sabores perdidos.

Mayte organiza un curso de cocina emocional en su casa de campo. Durante un fin de semana, sus siete alumnos aprenden a cocinar las recetas que han elegido basándose en la petición de la profesora: deben ser platos relacionados con algún momento o emoción importante de su vida. Desde este original planteamiento, se van entretejiendo las historias de cada personaje con las correspondientes recetas de cocina. Es una lectura que fluye sola y, mientras se va desentrañando el alma de cada alumno, vamos queriendo saber más sobre esta profesora tan reservada, por eso, cuando queremos darnos cuenta, estamos atrapados en el curso de Mayte como si fuésemos un alumno más. Los sabores perdidos llegan hasta el fondo del lector y lo hacen para quedarse.

Me ha encantado la estructura y he disfrutado mucho con cada una de las historias. En mi pasión por los personajes secundarios, me ha cautivado Arturo, un señor tan entrañable como toda la novela. He llorado lo mío con su historia. No quiero dejar de hacer una mención especial a la edición. El interior del libro es tan bonito como la portada. Tanto si te gusta la cocina como si no, esta es una novela muy riquiña, positiva y agradable de leer que te dejará un buen sabor de boca. Si te gustó Como agua para chocolate, de Laura Esquivel, estoy segura de que también disfrutarás leyendo Los sabores perdidos. Por mi parte, me he quedado con unas ganas inmensas de hacer un curso de cocina emocional en esta casa llena de mariposas. Al llegar, voy a sentarme en el banco del jardín y acariciar a esa perrita tan ideal. En la maleta para el fin de semana, llevaré la receta de las lentejas de mi madre y un montón de emociones para compartir.